domingo, 7 de junio de 2009

Cuentos desde el Reino Peligroso


J. R. R. Tolkien: Cuentos desde el Reino Peligroso


El británico –aunque nacido en Sudáfrica– Ronald Tolkien dejó escritas centenares y centenares de páginas que amplían el mundo de El Señor de los Anillos y que, a día de hoy, siguen lanzándose a la imprenta gracias al esfuerzo de su hijo Christopher –en mayo se publicará, en Gran Bretaña, otra obra inédita, La Leyenda de Sigurd y Gudrún, en este caso perteneciente al ciclo de los Nibelungos–. Las piezas incluidas en estos Cuentos desde el Reino Peligroso ya se habían publicado con anterioridad, si bien no reunidas en un mismo volumen. El criterio que Tom Shippey, editor de la obra, parece haber seguido para seleccionar estos cuentos es el de haberse desarrollado en el Reino Peligroso, el País de las Hadas. Aunque relatos como Hoja de Niggle difícilmente encaja en el mismo espacio literario que Egidio el granjero de Ham, y es de hecho una obra peregrina dentro del corpus tolkieniano, pero que dice mucho del autor, así como el apéndice, el ensayo “Sobre los cuentos de hadas”.

Quizá sorprenda que el País de las Hadas sea catalogado de “peligroso”. El peligro no es lo primero que nos viene al pensamiento cuando pensamos en hadas, mujeres aladas diminutas, mariposas con cuerpo de mujer. Y es que Tolkien aborrecía a la típica Campanilla de influencia francesa que degradaba la imagen tradicional del elfo inglés y nórdico (un ser joven y bello, fuerte y poderoso, una suerte de superhumano o de humano no caído). Y es que “los habitantes del País de las Hadas pueden no querer hacer daño, pero siguen siendo peligrosos para los mortales normales. Quienes se los encuentran pueden no volver a ser los mismos”. Este es el tema de El herrero de Wootton Mayor y del poema “La campana de mar”, el poder de Fantasía sobre el hombre. Porque no debemos cometer el error de pensar que los cuentos de hadas son “para niños”, eso es “un accidente de nuestra historia doméstica”.



En el colofón de este volumen, el ensayo “Sobre los cuentos de hadas” define e investiga el origen de la fantasía como género, así como sus efectos sobre los hombres, justificando además por qué considera el género como el más alto al que un escritor puede dedicarse, no sólo porque es el más difícil (si se hace bien: la imaginación desatada es fácil de lograr) sino porque es más cercano al papel creador de Dios, de ahí que hable de “subcreación” para definir el proceso constructivo del relato de fantasía. Y, ciertamente, esto es lo que hizo Tolkien: crear un universo completo (Eä) –sistemáticamente, no como otros autores menos dotados que se contentan con un mero agregado de héroes, culturas y acontecimientos–. La fantasía es como cualquier otro género literario, funciona según las mismas reglas que cualquier otro relato, aunque posea las suyas propias, como cualquier género. Pero no es uno aparte, segregado del tronco común de la literatura.

“Sobre los cuentos de hadas” es una confesión y una auténtica poética de mucho más alcance de lo que reza el título. Es una creación muy personal en la que Tolkien desbarra sobre sus amores y temores. Este libro contiene además otros dos textos fundamentales para la comprensión del arte narrativo del maestro del fantasy: Hoja de Niggle y El herrero de Wootton Mayor. Hoja de Niggle es el relato más extraño de la producción tolkiniana, aunque tan sólo lo es dentro de ese corpus. Fuera de él es de lo más común, una alegoría de los miedos y emociones profundas de su autor. En el cuento, Tolkien expresa su miedo a no poder terminar su magna obra (la mitología de Arda, ciertamente inacabada) y expone las causas de tal incapacidad. Tolkien, enfermo de ultracorrección, asistemático y, externamente, acosado por las obligaciones, dejó mucho por hacer. Pero esto también dice mucho de su grandeza: el desarrollo de su obra ha consumido también la vida de su hijo Christopher, y aún queda mucho por hacer. Después de todo, la subcreación de un universo es un trabajo ingente, hasta para el más dotado de los hombres.

Las piezas que componen este volumen, en mayor o menor medida, son algunos aquellos cuadros que Niggle adosaba a la su gran pintura del Árbol. Ayudan a dar mayor profundidad a Eä y ayudan a conectar el mundo de Frodo, de Morgoth, de Glorfindel, con el nuestro. En ellos, pese a la aparente sencillez e infantilismo, “hay atisbos de cosas más antiguas, oscuras y profundas”. Sin embargo, no todos están dotados del buen pulso narrativo de Tolkien. Roverandom es un relato repleto de maravillas, con escenas de gran belleza, pero carente de ritmo y tensión. No es extraño que sólo se publicara en 1998, veinticinco años después de la muerte de su celebérrimo autor, 73 años después de ser escrito, 62 años después de la primera tentativa de publicación. Y en cuanto a los poemas de Tom Bombadil, como textos procedentes de diversos momentos de inspiración, agregados casi artificialmente en un único tomo, son francamente irregulares. No obstante, incluye joyas como “Errabundo” o “El tesoro”.

Egidio, el granjero de Ham es quizá el relato más conocido del volumen. Se trata de una leyenda bien tramada, divertida, más cercana en el tiempo que las aventuras de Bilbo, pues parece inscribirse en tiempos ya históricos, aunque todavía quedaban dragones y gigantes. Se trata un manifiesto conservador en el que “lo viejo y lo tradicional derrotan a lo académico y lo moderno”. Así, el trabuco de Egidio es confundido con “tábanos”, pero la mera presencia de Tajarrabos basta para someter al terrible dragón Crisófilax. De entre los cuentos de hadas tradicionales de Tolkien, quizá sea el mejor, en parte gracias al humor que lo recorre y vivifica.

Tolkien lleva décadas formando parte de la educación lectora de Occidente, aunque no siempre ha sido valorado justamente como escritor y tan sólo como renovador de un género muy concreto y como autor de un best–seller inmortal –algo parecido a Los tres mosqueteros–. Más allá de sus cualidades como renovador de géneros y de mitos, como constructor de universos –Mundo Secundario–, Tolkien debe ser reivindicado como literato, pues tal cosa se sentía, y no otra cosa es. En su obra se tratan, con gran profundidad, los grandes temas de la literatura, las grandes preocupaciones del hombre, y se abordan desde las relaciones entre personajes, y entre estos y el mundo que les rodea. Literatura pura. Y es cierto que escogió una forma arcaizante, que dificulta la percepción de matices, que hay dragones y duendes, que sus personajes se mueven por valores antiguos, y que “Fantasía no puede quedar atrapada en una red de palabras, porque una de sus cualidades es la de ser indescriptible, aunque no imperceptible”. Todo son dificultades, pero la obra de Tolkien pervive y crece y ocupa un lugar propio en el corazón de sus lectores. Por algo será.


Fuente: http://www.eldinosaurioqueestabaalli.com/2009/03/24/tolkien-reino-peligroso/

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Aiya! Les adelanto que está muy bueno el libro xD ya me lo compre jeje. Está en El Ateneo :O

Anónimo dijo...

Ahh otra cosa. Concuerdo con que Roverandom no tiene la dinámica de otros escritos de Tolkien, pero no me parece que sea "carente de ritmo y tensión", como sostiene el artículo. Namárië

Silme dijo...

mas vale que por algo será pooooooooooooooooooooooooooooooooo >__>

xD

great post Diego....i want it...y concuerdo con vuestra opinion.

Gabriel "EruNer" Wolf dijo...

ya se encuentra en mi poder!! jajajaj